No recuerdo si os comenté que el Echaurren ha publicado un libro en edicción de lujo que se titula "El sabor de la memoria".
Tuve la suerte de que Marisa y Francis me lo regalaron con una entrañable dedicatoria. ¡Gracias!
Lo vio mi padre y le faltó tiempo para comprarlo y para ponerse manos a la obra con una de las recetas que es la que ahora os comento.
A él le salió perfecta. A mí, con algún pequeñísimo toque personal, creo que también.
Limpié un par de asadurillas de cordero, pero de cordero de pasto. Las limpié bien y dejé los pulmones, sin tráquea, ni bronquios (las ternillas), así como el corazón y el hígado. Todo bien limpio de grasas, venas y telillas. Luego lo piqué pacientemente en dados de un centímetro aproximado.
Luego troceé bien fino, tres cebollas hermosas y las dejé pochando lentamente en un poco de aceite de oliva. Cuando ya casi estaban pochadas les añadí dos guindillas cayena, también picadas. Entonces añadí el pulmón y dejé rehogar. Luego el corazón y el hígado y después de dar unas cuantas vueltas y que todo cambiara de color, añadí dos buenas cucharadas de harina. seguí dando vueltas con cuidado de que no se me agarrara el fondo de la cazuela y cuando la harina ya se había hecho un poco añadí un buen vaso de vino blanco y enseguida medio vaso de leche.
Lógicamente con estos ingredientes (harina y líquido) se forma un cierto engrudo que hay que remover bien. Entonces añadí una buena cucharada de pulpa de pimientos y finalmente agua hasta obtener una consistencia untuosa. Probé de sal y dejé que cociera a fuego muy suave otros 20 minutos.
Para servir lo calenté en platos de barro individuales y con un huevo pochado (de los hechos a baja temperatura) en el centro.
Exquisito.
¡Que aproveche!
Tuve la suerte de que Marisa y Francis me lo regalaron con una entrañable dedicatoria. ¡Gracias!
Lo vio mi padre y le faltó tiempo para comprarlo y para ponerse manos a la obra con una de las recetas que es la que ahora os comento.
A él le salió perfecta. A mí, con algún pequeñísimo toque personal, creo que también.
Limpié un par de asadurillas de cordero, pero de cordero de pasto. Las limpié bien y dejé los pulmones, sin tráquea, ni bronquios (las ternillas), así como el corazón y el hígado. Todo bien limpio de grasas, venas y telillas. Luego lo piqué pacientemente en dados de un centímetro aproximado.
Luego troceé bien fino, tres cebollas hermosas y las dejé pochando lentamente en un poco de aceite de oliva. Cuando ya casi estaban pochadas les añadí dos guindillas cayena, también picadas. Entonces añadí el pulmón y dejé rehogar. Luego el corazón y el hígado y después de dar unas cuantas vueltas y que todo cambiara de color, añadí dos buenas cucharadas de harina. seguí dando vueltas con cuidado de que no se me agarrara el fondo de la cazuela y cuando la harina ya se había hecho un poco añadí un buen vaso de vino blanco y enseguida medio vaso de leche.
Lógicamente con estos ingredientes (harina y líquido) se forma un cierto engrudo que hay que remover bien. Entonces añadí una buena cucharada de pulpa de pimientos y finalmente agua hasta obtener una consistencia untuosa. Probé de sal y dejé que cociera a fuego muy suave otros 20 minutos.
Para servir lo calenté en platos de barro individuales y con un huevo pochado (de los hechos a baja temperatura) en el centro.
Exquisito.
¡Que aproveche!
2 comentarios:
Si señor, esta es una receta para arremangarse y disfrutar utilizando un buen cuchillo.
¿Que ópera es la óptima para escuchar mientras tanto? Elektra? Salomé?
La puesta en escena de Calixto Bieito para Wozzeck, creo que es de lo más aproximado a la parte de limpieza de la asadurilla.
Pero Salomé (más propio paracomer cabecillas asadas) o Elektra, no desmerecerían.
Publicar un comentario