23/1/11

PIMIENTOS Y ANCHOAS





































No sé si habrá otra receta más sencilla que nos de pie a un bocado gastronómico tan suculento como éste...

Se necesitan tres cosas, las tres irán al cielo porque las tres deben ser buenas, aquí no podemos jugar con la calidad de los productos. O son buenos pimientos o empezamos mal. Yo uso pimientos riojanos de Leiva, asados con leña, pelados y despepitados sin tocar el agua y casi quemándome los dedos, o sea, recién, recién asados. Puestos en paquetes y congelados en el abatidor de temperatura. Luego conservados en el congelador y descongelados en el frigo desde el día anterior, sin prisas. Finalmente se cortan en tiras y de ahí a la bandeja o el plato de servir, formando una cama, con su zumo y sin que hayan vuelto a ver el fuego ni de lejos.
Ya sé que en esto hay controversias. ¿Confitarlos? ¿Guardarlos en conserva? ¿Saltearlos con ajitos?
Mi respuesta es NO. NO ROTUNDO. Pero a ninguno les haré desprecio. Los pimientos así servidos, incluso un poco fríos con un chorrito de aceite y unos granos de sal gruesa o en escamas, son lo más parecido a los pimientos de temporada recién asados y por lo tanto son lo más cercano a la gloria (a mi gloria gustativa).

Sigo diciendo que las anchoas o son buenas o seguimos por mal camino. Yo uso las conservadas en aceite de oliva, pero tenemos otras opciones. Dicen que las conservadas en aceite de girasol, se conservan mejor, no sé por qué pero "se dice". Tampoco es mala opción las anchoas en salmuera, pero hay que lavarlas para desalarlas, limpiarlas, desespinarlas, y, aunque el resultado es magnífico, también puede acabar en exceso de sal, exceso de agua y exceso de trabajo... De una manera u otra, los filetes de anchoas recubriendo los pimientos, aportándoles la sal necesaria a los que todavía no la han visto.

Y, finalmente, si no es un buen aceite, tampoco acabamos bien el día. El que yo uso es un virgen extra de arbequina que hacen en Quel, un pueblecito de la Rioja Baja. Buena cantidad, que casi queden nadando y el que quiera escurrir el producto que lo escurra. Pero el que quiera echar un barquito de pan... no necesitará encomendarse a ningún santo para encontrarse en el cielo.


¡Que aproveche!

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